Recuerdo que era mediodía, en verano, probablemente a primeros de agosto. Veníamos con el tractor por el camino desde el monte de encinas que hay dirección Bercianos. Y de repente, a lo lejos, lo vimos caminar en perpendicular al camino. Estaba cruzando de un lado a otro, caminando por los rastrojos con unos andares cuanto menos peculiares, una mezcla entre caminar y correr pero sin darse prisa, como bailando o quizás saltando con gracia. Parecía que saltaba pero con gracilidad, parecía correr caminando. Su cola estirada hacia abajo y su cabeza de morro afilado medio baja, mirando al frente. Llevaba la cabeza baja pero firme. Cuando se acercó al camino, la giró y nos miró (aún estábamos lejos, quizás a unos 40 metros). Fue sólo un momento, ni siquiera se detuvo. Ni aceleró su marcha ni la redujo, ni se espantó ni mostró agresividad. Simplemente giró su cabeza, miró como quien mira a ver si pasa tráfico, y la volvió a enderezar y siguió su camino siguiendo exactamente el mismo paso que llevaba. Y en otros 30 o 40 metros se metió danzando entre los matorrales, y luego en las encinas, y se perdió en el bosque. Es el único lobo que he visto en mi vida.
El lobo tiene un algo mágico, atrayente, casi místico. Tiene un halo de misterio que lo hace único. Se deja ver poco y cuando se deja ver, lo hace de una forma peculiar. No es extraño que de un tiempo a esta parte el turismo lobero haya proliferado en la Sierra de la Culebra y que venir a ver lobos a nuestra tierra se haya convertido en un atractivo turístico de primer nivel.
De hecho, la zona ya cuenta con varias agencias especializadas en turismo lobero en la zona. Son auténticos profesionales que aman al lobo y la naturaleza y que cuentan con pasión sus vivencias en el entorno de la Sierra de la Culebra
Hace unos años que se abrió el Centro del Lobo en Robledo (Sanabria), al comienzo de la Sierra de la Culebra. Financiado por la Junta de Castilla y León, atrae según dicen unos 25000 visitantes al año, que acuden al centro a ver lobos en un espacio de semilibertad.
¿Y qué dicen las gentes del pueblo, pensarán ustedes? Es un aspecto interesante éste, y es que el lobo siempre ha coexistido de forma más o menos armoniosa con los humanos de la Sierra de la Culebra. De hecho los lobos han llegado hasta hoy en día porque nunca se han querido exterminar. Los ganaderos de la zona temían y siguen temiendo al lobo, recordando que la alimaña come sus animales cuando tiene la ocasión, pero nunca ha sido la idea de las gentes de esta zona erradicar la presencia del lobo. Desde siempre se han protegido sus explotaciones del depredador, y con notable éxito. Quizás el asunto del lobo esté politizado hoy en día, quién sabe con qué objetivos. Los lugareños que han vivido desde pequeños temiendo que el lobo comiese su ganado ven con escepticismo e incredulidad que se pueda proteger tanto al depredador y dar tan poco apoyo a los ganaderos. ¡Y con razón! Y es que el lobo se protege hasta la saciedad, pero no ocurre lo mismo con los ganaderos si hay un ataque de lobo, tema que está lleno de trabas burocráticas y decepciones administrativas. Da la impresión a las gentes de la Sierra de la Culebra que la vida de los lobos importa más que la vida de los ciudadanos que han poblado estas tierras durante milenios. Más allá de eso, la idea imperante es que el lobo puede ser un apoyo económico a la zona, siempre y cuando no interfiera en la vida tradicional de la región. Es decir, tal y como siempre ha sido. Y que en el caso de que interfiera, las administraciones cumplan de forma pertinente e inmediata con ayudas a los ganaderos, que son quienes habitan y mantienen el territorio.
Si usted, querido lector, es un turista que viene a la Sierra de la Culebra unos días, probablemente le guste la idea de ver algún lobo más que la de ver algún ganado de ovejas (Que también tiene su encanto pero de esos ya hay en otros lugares). Quizás se ponga usted a pensar y cavile que usted viaja a ver lobos, alquila habitación en un hotel, come en restaurantes de la zona, se lleva regalos a su casa… en definitiva, genera un impacto económico positivo en la zona. Pero tenga en cuenta que esa actividad impacta contra el modo de vida tradicional de los habitantes de la región: la ganadería. Quizás, querido lector, además de visitar lobos también puede usted visitar ganados de ovejas en compañía de un pastor, quien en una mañana le contará cientos de historias increíbles de sus venturas y desventuras con las ovejas, el lobo y la vida en el campo. Y seguro que esta experiencia le resulta enormemente enriquecedora. Y es que no todo es blanco o negro en este caso, es un asunto lleno de matices y el debate está servido; y la única cosa que está clara es que el turismo lobero ha llegado para quedarse.
