Fue a partir del año 711, en Guadalete, cuando comenzó la invasión árabe de la Península Ibérica. Es bien sabido que en pocos años los árabes lograron conquistar casi toda la Península, y las zonas de la provincia de Zamora cercanas al río Duero se convirtieron en territorio despoblado o, como mínimo, poco poblado. Estos lugares fueron una zona intermedia entre el norte, de dominio cristiano, y el sur, de dominio árabe. Fue una tierra de nadie, o quizás, una tierra de todos.
En el año 878 el rey astur Alfonso III el Mango venció a los árabes en la batalla de Polvoraria, que tuvo lugar entre los ríos Órbigo y Esla, en la región zamorana de la Polvorosa. Al parecer, la victoria fue tan apabullante que de esa batalla viene la expresión ‘poner pies en polvorosa’.
Y tras esa victoria, además, quedó fijada la frontera cristiana al norte del río Duero.
Para ayudar a fijar dicha frontera, Alfonso III propició que San Froilán y San Atilano fundaran en Tábara el Monasterio de San Salvador de Tábara, con la finalidad de que ese monasterio sirviese de avanzadilla y pudiesen recuperar Zamora (Por entonces su dominio era aún árabe). El Monasterio ya existía en el año 920 y sobre él cuentan las crónicas que fue un importantísimo centro religioso y social donde convivían cerca de 600 monjes y monjas (Quizás el número es algo exagerado, pero aún así nos acerca a la importancia que debió tener en su día). Y no solo eso: El Monasterio de San Salvador de Tábara fue el epicentro del renacimiento de los Beatos. Uno de sus monjes, llamado Magius (Quizás Magio o Maius) creó una nueva escuela de ilustración que fue copiada por otros iluminadores posteriores. Para poner en contexto la importancia que tuvo este monasterio debemos tener en cuenta que a día de hoy se conservan 30 Beatos en todo el mundo, 21 de los cuales están iluminados. Pues bien, 3 de esos beatos se iluminaron directamente en Tábara y otros 4 son copias de los iluminados en Tábara. La influencia del Monasterio de Tábara en la ilustración del libro medieval fue sin duda de una importancia enorme. Este monasterio fue destruido por las razzias de Almanzor en torno al año 978.
Muy cerca de ese monasterio, San Atilano y San Froilán fundarían otro monasterio en el pueblo de Moreruela de Tábara: San Miguel de Moreruela, que también fue destruido por Almanzor. Aquí en Moreruela de Tábara llegaron a vivir hasta 200 monjes, entre los que estuvieron ‘Magius’ y ‘Emeterius’, autores del famoso Beato de Tábara. De este monasterio se conserva la iglesia, que fue consagrada en 1132 y en cuyas paredes se pueden ver incrustados elementos arquitectónicos que pertenecieron al antiguo monasterio, como el rosetón que se encuentra en la fachada trasera.

Pero aún hay más: Las razzias de Almanzor arrasaron toda la zona en el 981, 984 y 988, destruyendo los monasterios a su paso. Huyendo de Almanzor, los monjes de los Monasterios de Tábara y Moreruela pudieron haberse refugiado en otro monasterio cercano: el de San Martín de Tábara, ubicado en el pueblo del mismo nombre, que se localiza en plena Sierra de la Culebra. De este monasterio ya no quedan restos físicos pero se sabe que existió (Incluso sus habitantes más viejos cuentan que desde siempre les han hablado en su casa del monasterio, aunque dicen que ellos nunca lo vieron) y tiene lógica que los monjes de los Monasterios de Tábara y Moreruela pudieran adentrarse en la Sierra de la Culebra, esconderse en San Martín, y así salvarse de Almanzor. Y de paso salvar con ellos algunas valiosas pertenencias que tenían en el monasterio de San Salvador o en el de San Miguel de Moreruela, como los Beatos.
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Yendo hacia el norte, dirección a León, nos encontramos con tres monasterios más en las inmediaciones de la Sierra de la Culebra:
El Monasterio de Santa Marta: En el año 1063 el rey Fernando I lo donó a Obispo Ordoño por sus servicios al haber traído los restos de San Isidro desde Sevilla hasta León. La vida monástica se extinguió en este monasterio en el S. XIII. Se ubicó en el actual pueblo de Santa Marta de Tera.
El Monasterio de Camarzana: Monasterio pre-benedictino de San Miguel. Se sabe de él que en el año 980 recibió una donación y que poco después fue destruido por Almanzor, pero aparentemente se recuperó pronto ya que recibió otra donación en el 996.
Parece que en 1063 el monasterio ya no existía como tal, ya que en los textos que se conservan a partir de entonces se alude solamente a una parroquia en ese lugar.
Desde que fuera destruido por Almanzor hasta el citado año 1063 se tiene constancia de que el abad Ecta, que dirigió este monasterio durante unos 40 años, recibió numerosas donaciones. Entre ellas:
Año 1005: ‘Armentario Fláinez y su esposa dieron al monasterio de San Miguel y a su abad Ecta una heredad que poseía en Sobradello, con todas sus cosas y, además, una viña cerrada’.
Año 1009: ‘Un sacerdote llamado Cipriano entregó al abad Ecta y al monasterio de S. Miguel una heredad que tenía en un poblado denominado Borones, junto al río Tera.
Año 1020: de nuevo Armentario Fláinez dona ‘una heredad en Piniella –desde el término de Gusendo hasta el de Bercianos, a la peña y sobre el piélago- que limita por la otra parte con Camarzana y, además, una tercera parte del monte de Bercianos y tres alzadas de viña que están junto a otras viñas del monasterio’.
Año 1025: El monasterio recibe una donación de una viña que estaba unida a otras propiedades de los monjes.
Año 1030: Varias familias entregaron al monasterio de Camarzana ‘Diversas propiedades que tienen en Borones con sus casas, tierras, proados y viñas’.
(Es fácil darse cuenta de que ya por aquel entonces las viñas en el entorno de la Sierra de la Culebra gozaban de una gran importancia)
El Monasterio de San Pedro de Zamudia: Fue un monasterio pre-benedictino de fundación particular pero que fue entregado a la Diócesis de Astorga. Aunque no existe en la actualidad, sí que existen testimonios de donaciones hechas a este monasterio. El Catálogo Monumental de la Catedral de Astorga dice en su Documento 94:
‘Maholia y Cafa donaron a San Pedro de Zamudia toda la heredad que recibieron de su madre Sarracina en villas de Mauros y Pozuelo, con sus casas, viñas y lo que lse pertenecía en el monte de Zamudia y arroyo Castrados’.
Y en la Biblioteca Nacional encontramos un documento (Ref: ms. 4357, f50r, nº563) que indica que en el año 992 el Obispo de Astorga entregó a la abadesa del Monasterio de San Pedro de Zamudia ‘la villa de Justel (Carballeda) por entero con toda su pertenencia de tierras, viñas y prados como lo había comprado’.
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Algunos años más tarde, en 1143, se fundó justo al lado del río Esla el Monasterio de Granja de Moreruela, perteneciente a la orden del Císter, ubicado en el pueblo del mismo nombre: Granja de Moreruela. Sus inicios se fijan en el reinado de Alfonso VII, quien favoreció que S. Bernardo (Patriarca del Císter) enviase monjes a la zona de Moreruela en 1131. Posteriormente, en 1143, Alfonso VII les donará la villa de Moreruela para construir un monasterio. Este monasterio se conserva a día de hoy y, aunque en su mayor parte está en ruinas, se puede observar su impresionante ábside en muy buenas condiciones. Sus primeros miembros fueron franceses ya que la orden cisterciense es de origen francés. Esta orden parece que siempre gozó del favor de los monarcas ya que se les permitió adquirir considerable territorio. También realizaron una intensa labor de repoblación en los S. XII y XIII en León, Zamora, Salamanca y el norte de Portugal.

Y en el extremo Oeste de la Sierra de la Culebra, en las estribaciones donde comienza el Lago de Sanabria, nos encontramos con otro monasterio que fue importantísimo: el de San Martín de Castañeda, que fue fundado por monjes benedictinos huidos de Córdoba. Este monasterio pasará a pertenecer a la orden del Císter posteriormente.
Sin contar este último monasterio de San Martín de Castañeda (aunque también tuvo una alta vinculación con la zona) es importante señalar que en el espacio de no más de 40 kilómetros coexistieron nada menos que seis Monasterios en la misma época, todos ellos estratégicamente situados cerca del caudaloso río Esla y de la Sierra de la Culebra .
Quizás hubo más monasterios en esa época, ya que la toponimia local alude a una zona llamada ‘El Convento’ en Abejera de Tábara, y se sabe que existieron dos conventos en Alcañices y uno en Flores de Aliste.
Todos estos monasterios sin duda ayudaron a fijar la frontera cristiana en la zona, pero no solo eso: Durante el tiempo que existieron, los monasterios actuaron como santuario, escuela, hospital, hospedería, almacén, oficina, depósito de objetos de industria y comercio. Fueron un auténtico centro neurálgico de vida en su época y ayudaron a desarrollar la agricultura y la ganadería en las zonas en donde se establecieron.
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Después de los ataques de Almanzor entre los años 978 y 988 las tierras del entorno de la Sierra de la Culebra y sus monasterios pasaron a depender directamente de los reyes, quienes concedieron ciertos patronazgos o señoríos a personas de su confianza para que dirigieran estos territorios. No se conoce a ciencia cierta quién dirigió destinos de los pueblos de la Sierra de la Culebra entre los años 1002 y 1037, pero sí se sabe que Fernando I reinó en estas tierras entre 1037 y 1059, y que a su muerte los terrenos pasaron a sus hijas Urraca y Elvira. Elvira donó a su sobrina Sancha los monasterios de Tábara, Bamba (Valladolid) y San Miguel de Escalad en Noviembre de 1099.
En 1130 Sancha entregará estos monasterios de su posesión a los Caballeros Templarios, que habían sido fundados en 1128. Así en 1137 se consagró la iglesia de Tábara a ‘Santa María de Tábara’. Esta iglesia se encuentra al parecer en el mismo lugar en el que se encontraba el antiguo monasterio de San Salvador de Tábara. Los Templarios tenían la tradición de dedicar sus lugares de culto a la Santa Madre y así ocurrió en Tábara. Y con ese mismo nombre se conserva a día de hoy esa iglesia.

Casi dos siglos más tarde, en 1312, se suprimirá la orden del Temple y todos sus bienes pasarán a formar parte de la Corona de Castilla. Es en este punto cuando la Corona crea Señoríos para administrar esos bienes (Señorío de Tábara, Señorío de Alcañices, etc). Esos Señoríos serán entregados como premio a nobles que habían ayudado a la Corona en alguna guerra y son la base sobre la que surgirán posteriormente los Marquesados, que sobrevivieron en nuestras tierras desde su creación en el S. XVI hasta finales del S. XIX, pero esa ya es otra historia…

